jueves, 29 de diciembre de 2011

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ARTISTA CUBANO DE LA PLÁSTICA EXPONE EN BUENOS AIRES El artista cubano de la plástica Jesús Lara Sotelo presentará en Buenos Aires, capital de la República Argentina, su exposición personal La última corrida, que estará abierta al público de ese país suramericano del 15 de diciembre al 20 de febrero de 2012...
Por: Jesús Dueñas Becerra 
Maltratar a las bestias, bestializa al hombre José Martí
El artista cubano de la plástica Jesús Lara Sotelo presentará en Buenos Aires, capital de la República Argentina, su exposición personal La última corrida, que estará abierta al público de ese país suramericano del 15 de diciembre al 20 de febrero de 2012. Dicha muestra, auspiciada por la fundación bonaerenseArtesomos, será exhibida en el Centro de Arte y Espectáculos Piazzola Tango. El  también miembro de la Asociación de Artes Plásticas de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba refleja, en el conjunto de esa obra pictórica, los sórdidos mecanismos que suelen desencadenarse en el componente instintivo del inconsciente freudiano del homo sapiens, y que equiparan la conducta del hombre con la de la bestia, en el escenario donde se desarrolla la corrida de toros. Desde una óptica estético-artística y ético-humanista por excelencia, Lara Sotelo critica la tauromaquia, la cual percibe como un río de sangre animal (y en no pocas ocasiones humana), que se derrama solo para satisfacer las necesidades primarias que transforman al soberano de la creación en el «lobo estepario», que según el poeta y novelista suizo Hermann Hesse (1877-1962), Premio Nobel de Literatura 1946, yace oculto en las regiones más enrevesadas u oscuras del psiquismo humano. A tono con esa línea de pensamiento psicoanalítico ortodoxo, el poeta y narrador caribeño afirma en el catálogo que «los gritos del público ignorante, sediento de emociones y de sangre se acallan y me pregunto desde ese sitio privilegiado de saberme muerto, cuál de los dos es la bestia y quién está condenado […]. Sé que hoy esa espada que clavará en el cuerpo del animal manchará la arena, una vez más, con la sangre de ambos, pero la del toro prevalecerá por su pureza y la del hombre solo será alimento de las fauces del olvido, la llama que moraba dentro de sí, en los brazos de su propia soberbia, se habrá extinguido. La muerte lo traerá a mí […]. Su alma —como la mía— no ha servido más que para sí mismo y ambos deambularemos en esa prisión de arena, ya que hemos elegido ser esclavos y no amos de nuestro propio destino», concluyó.

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