viernes, 14 de octubre de 2011
Viernes, 7 de octubre de 2011. Llueve en Buenos Aires, y la invitación de mi nuevo amigo Aníbal Uset se me hace difícil y letárgica. Un homenaje a Facundo Cabral, luego de su muerte. Y existe en mi cierta rebeldía en estos menesteres, pues considero que los homenajes hay que hacerlos en vida, pues es en ella donde el hombre deja su huella y se hace digno de honores, ¿de que sirven los festejos a aquel que ya ha partido?.
Dejo un escrito a medio terminar, me produzco un poco, no demasiado pues el día no está para galas y elegancias duraderas y ante el susurro lejano y persistente de un ángel que me insiste en que será para bien, salgo de mi santuario en busca de un taxi en medio de esa llovizna gris que atosiga las calles de una húmeda Buenos Aires.
Donde señorita?, me pregunta el tachero con voz de arrabalero, Virrey Loreto y Cabildo digo yo, agradeciendo en silencio el “Señorita” que a los 45 años es todo un elogio, aunque pensándolo bien, quizás me vio pinta de solterona y ya no sería un elogio…preferí quedarme con el primer pensamiento mientras mi mirada se perdía en la bruma luminosa que discurría a través de la ventanilla del taxi.
Bajo del otro lado de Cabildo, espero pacientemente a que el semáforo cambie a verde y cruzo la avenida, serena y elegante con la frente en alto y una fiaca feroz mordiéndome los tobillos.
Llego a la puerta del teatro, un señor me observa y me pregunta por la entrada, distraída yo, obviamente no la traje. Revuelvo los confines innombrables de mi bolso en busca del celular perdido y luego de unos segundos de angustioso devaneo me encuentro llamando a Aníbal, quien acude a mi rescate junto a dos bellas damas que lo escoltan y nos hace entrar al teatro por las puertas centrales sin hacer la cola…una gloriosa sensación que por lo menos a mi, me reconforta, nada mejor que entrar por la puerta grande. Nos acomoda en la tercera fila y esperamos a que comience el homenaje a Facundo Cabral en medio de charlas, sonrisas, cambios de tarjetas y números telefónicos.
Ante todo es necesario confesar mi ignorancia en cuanto a la trayectoria de Facundo. Por mi profesión, soy escritora (una excusa cómoda en verdad, pero no negaran que tiene estilo) suelo vivir un poco aislada del mundo. No miro televisión, pues me enferma esa chata sensación de masa informe tinelizada que se da en los últimos años. Eso y el echo de que los artistas a los cuales conozco por la fundación y la revista de arte que dirijo, son en su mayoría extranjeros. No es discriminación, solo se fue dando de esa manera, como el hecho de que mi novela se publicara en México y mi poemario en Londres. Cosas de la vida que a veces no tienen una lógica respuesta pero allí están. Quizás se deba también a un cierto snobismo, muy propio de mi generación, ese pensamiento de que lo nacional no es lo mismo que lo de fuera y por eso lo ignoramos, es mas top de pronto escuchar a Keane que a Facundo.
De modo que allí estoy, mirando el escenario en el cual aparece el Julio Marbiz de Argentinísima, presentando el primer tramo que consiste en un video en el cual el mismo Facundo habla y canta.
Es curioso como esa frase de no escupas para arriba me viene a colación una y otra vez en este último trayecto de mi vida. Yo, a quien no le gusta el folklore aun sin haberlo escuchado, me encuentro conmovida por la voz, la serenidad y la alegría que transmite Facundo. Mis sentimientos vuelan con esa melodía y se me adhiere a la piel una sensación de familiaridad extraña, como esas en las cuales uno se encuentra frente a frente con alguien a quien se conoce de toda la vida. No logro comprender que me sucede en verdad, y antes de poder responder la pregunta, aparece su esposa Silvia quien canta una canción que me deja aun mas abrumada. Ella está serena, como esos seres que han sabido beber de su compañero cada segundo y esa despedida no es mas que un hasta luego, un hasta pronto, nos vemos a la vuelta de este viaje y siento una admiración especial por esa mujer que se encuentra a si misma luego de una tragedia, entera y mas mujer que nunca.
Luego vienen los amigos, Yamila Cafrune cuya voz me reconforta casi tanto como esa alegría contagiosa y llena de ternura, Piero con sus anécdotas increíbles y esa juventud eterna que no lo abandona, Gian Franco Pagliaro, aun mas arrabalero que el tachero que me llevó hasta allí y que arrancó carcajadas del público en el cual me incluyo, Dina Emed, quien me detuvo el corazón con esa voz bellísima leyendo un texto de Facundo “No te deprimas” y luego bailó con maestría envidiable, Lito Nebia tocando temas inéditos con letras del maestro (nótese como de Facundo a estas alturas ya ha pasado a Maestro). Entonces pusieron un video del día en que Badia se levantaba de su lecho a conducir el programa de radio por que su amigo había fallecido y a Alberto Cortez quien recitó un poema en su homenaje escrito con la tinta de la impotencia ante un echo tan absurdo como fue la muerte de Facundo…mi alma quedó desolada ante el afecto entrañable y el dolor expresado por estos grandes de nuestra cultura. Para cerrar, apareció Víctor Heredia, contando su parte, su porción de vida junto a Facundo.
Al terminar el homenaje, tuve una extraña sensación de melancolía, extrañaba a ese amigo ausente al cual jamás conocí y que sin embargo reconocí en mi sangre.
De pronto comprendí que Facundo el artista, era magnífico, pero el que ostentaba todas las medallas y los premios, era el ser humano sensible, honesto, simple y maravilloso que conformaba a Facundo Cabral. Aquel no fue un homenaje vacío, no fue un homenaje simple o almidonado, fue una despedida a un amigo, a un hermano, a un ser de extraordinaria belleza y al cual me perdí por estar inmersa en mi mundo y en el afuera de mi tierra aun viviendo en ella.
No hace mucho estuve en el viejo mundo, he conocido allí gente maravillosa, se me ha tratado como a una reina, he cosechado amigos, afectos, y miles de increíbles experiencias que quedarán en mi memoria emocional para siempre, pero al final del recorrido, sentí una necesidad casi angustiosa de volver a mi patria, a mi gente, a mi sangre que pugnaba por arraigarse mas y mas en este lugar que compartimos con mi amigo desconocido y ausente Facundo Cabral.
Nuestro hogar a veces no nos reconoce como artistas, de echo, en su mayoría los que allí estuvieron son mas vistos fuera que dentro, yo misma como escritora soy ignota en mi propio país, pero aún así, esta es nuestra tierra, es nuestro hogar y cada uno de los que están aquí son nuestros hermanos de sangre, aun aquellos que viven en este bendito hogar sin ser Argentinos. Mi alma reconoce hoy esas palabras que en la primaria nos hacian repetir una y otra vez y que recién hoy comprendo en toda su magnitud:
“… y asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino: invocando la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia”
Se pueden decir muchas cosas de nuestra Nación, que nos falta crecimiento, que somos caóticos, adolescentes, desordenados, pero hemos sido fieles a ese espíritu y lo hemos conservado siempre, pues lo llevamos grabado a fuego en la sangre, quizás por aquello de que somos un crisol de razas, tal vez por ese afecto y camaradería que nos caracteriza y que ante cualquier excusa nos surge esa frase tan típica de nosotros "Nos tomamos unos mates" y ahí nomás se arma una reunión, por que si, por que es nuestro don el compartir.
No existe hombre, mujer o niño que no sea acogido en nuestro hogar, sea del país que sea y de la raza, color o credo que ostente, no hay un no para nadie que quiera compartir nuestro suelo.
Somos latinos, nuestra sangre es fuerte, nuestro corazón late con el ritmo de los tambores mas profundos y nuestros brazos son tan extensos que podemos abarcar al mundo entero en un hogar de imperfecto crecimiento pero de grandes esperanzas. Eso me enseño Facundo en este homenaje al ser humano que le hicieron sus amigos y nunca me sentí más orgullosa de ser latina y Argentina como en este instante.
Mi reflexión final sobre Facundo, se puede resumir en este texto de su autoría que define al hombre mas que al artista, y aunque hoy, escribo esto descubriendo su talento mientras escucho sus canciones de dos magníficos acordes como diría Piero, extraño al hombre y amigo que no supe conocer y al maestro de vida del que pude aprender.
Mi agradecimiento a esa mujer maravillosa que lo acompañó, Silvia, a Carlos Requejo, su amigo y compinche, a Anibal, por quien hoy estoy escribiendo estas lineas desde el corazón y a todos aquellos que estuvieron en ese escenario brindando una despedida a ese ser que se nos ha adelantado hacia ese otro mundo al cual todos iremos como diría el mismo.
Mercedes Mayol
Fundación Artesomos
NO ESTÁS DEPRIMIDO, ESTÁS DISTRAIDO
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